Gustavo Alfaro vivió un 2022 repleto de emociones fuertes
El padre de la nueva La Tri tuvo aciertos y errores, y ha dejado su continuidad en suspenso tras Qatar 2022
El 2022 para Gustavo Alfaro, visto desde la óptica de la opinión pública, tiene que dividirse en dos frentes muy marcados: la tenacidad y el empeño por dejar huella en el fútbol ecuatoriano, y sus decisiones dentro del campo de juego.
Nunca debemos olvidar la premisa de su contratación. Con una federación conmocionada por el intento de golpe que no prosperó contra Francisco Egas, y que bien o mal significó la imposibilidad de tomar decisiones, o como mínimo frenarlas; y la llegada del cuerpo técnico de Gustavo Alfaro, un 1 de septiembre de 2020, teniendo al inicio de las Eliminatorias para Qatar 2022 con fecha 8 de octubre del mismo mes. ¡Ese es el marco! Para empezar haciendo memoria.
Los fríos números hablan de una campaña decente, no olviden que hablamos exclusivamente del año que se nos va, el 2022. Ahí La Tri, ya casi con los deberes hechos, tenía en frente el remate, con nada más y nada menos que Brasil y Argentina en casa, y teniendo que visitar a una envalentonada Perú y a la ya eliminada pero siempre recia Paraguay. Fueron tres empates y una derrota en la inhóspita, tropical y poco preparada Ciudad del Este; lugar al que CONMEBOL nunca debió habilitar para que se juegue un partido tan importante. Sin embargo, y pese a la derrota, el resto de resultados conspiraron para la clasificación de Ecuador a la Copa Mundial de la FIFA.
Fue justo después de aquel partido en que Alfaro mostró su carácter ganador. No lo festejó, y su malestar por la derrota les fue transmitida a los jugadores y al país en general en su rueda de prensa. Meses más tarde, cuando el profe presentó su libro, reconoció que luego de su expresión solicitó una reunión con sus futbolistas para disculparse por aquella reacción, al mismo tiempo de agradecerles por su esfuerzo en procura del gran objetivo.
Y vino el viacrucis. El deber estaba hecho. Ecuador invitaba a soñar con cosas importantes en la cita ecuménica, amparada en el desempeño del equipo. Pero la opinión pública fue despiadada. Criticamos los amistosos contra Arabia Saudita y Japón, que luego les pondrían los pelos de punta a potencias mundiales como Argentina, Alemania y España. Y por si algo faltaba, llegó la resolución del TAS en contra de Byron Castillo y la federación, que obligó, por precaución, a que la dirigencia de nuestro balompié tome la decisión de que el lateral derecho no entre en la lista final; esa lista que se hizo esperar, obviamente en medio de los reproches, hasta el último minuto de la fecha límite. El ambiente estaba enrarecido. Hubo, internamente y más allá de que voces oficialistas lo han negado a ultranza, un quiebre en la concentración del equipo en Madrid, a horas del viaje hasta Doha.
Ya en Qatar Gustavo Alfaro no cumplió. Tuvo aciertos, pero también errores, se tiene que contar el cuento completo. Audacia no faltó, aunque nos quedó la sensación de que con Holanda se pudo ganar. La tragedia contra Senegal parece absoluta responsabilidad del cuerpo técnico, ya que desde un inicio quedó en evidencia que el plan no iba a funcionar, que se habían movido demasiadas fichas y que ese equipo sólido de los primeros encuentros, había sido desmantelado. Pero eso es el fútbol, eso es la vida: jugársela con la consciencia de que puede funcionar o no. Muy criticable fue el día libre, o más bien de libertinaje, que tuvo el grupo antes de chocar con los africanos. Aquella escapada al desierto no pareció una buena idea, sin que aquello quiera decir que lo ideal era mantener el encierro. Ningún extremo es bueno.
Fuimos eliminados, y por eso de la naturaleza humana, nos quedamos siempre con lo inmediato; respirándose una sensación de que lo negativo es más. No es así. Alfaro, su equipo de trabajo y la secretaría técnica sembraron y merecen cosechar. Se equivocaron y lo más lógico es que tengan el derecho al aprendizaje. Le dieron una vuelta de tuerca a un combinado nacional que estaba en el ojo del huracán, inmiscuido en problemas disciplinados y habladurías luego de la Copa América del Bolillo Gómez, en la que fuimos una comparsa. Ahora hay presente, hay futuro y hay un hacedor de aquello, el profesor. Pasamos en un poco más de un mes, desde el 1 de septiembre al 10 de octubre de aquel 2020 con el que iniciamos, de no tener nada a tenerlo todo a nuestro alcance.
No olvidemos que el defecto más grande de los humanos es la ingratitud. Sí, los funcionarios son pasajeros y las instituciones quedan. Nadie es indispensable en ninguna parte, pero la nobleza y el trabajo obligan a que, ojalá, este proceso pueda tener el tiempo para el remate final. ¡Nuestro fútbol y el trabajo de Gustavo Alfaro lo merecen!
Luis Alberto Otero Hurtado